El gozo de compartir
Reverendo P. Augusto Sandino Sánchez
Vicaro, Iglesia Episcopal Monte de Sión
28 de diciembre de 2018

“No se trata de que por ayudar a otros ustedes pasen necesidad; se trata más bien de que haya igualdad. Ahora ustedes tienen lo que a ellos les falta; en otra ocasión ellos tendrán lo que les falte a ustedes, y de esta manera habrá igualdad. Como dice la Escritura: ‘Ni le sobró al que recogió mucho, ni le faltó al que recogió poco’.
(2 Corintios 8:13-15).

En el año 2000, el Dr. Robert W. Stevens, usó este versículo de La Biblia para compartir su interpretación del hecho ocurrido en Puerto Plata, después que un grupo de 25 personas pertenecientes a las iglesias episcopales de St. John, St. Marks y St. Andrews, en Tampa, La Florida, trabajaron en la pintura y restauración del sistema eléctrico del templo de la Iglesia Episcopal Cristo Rey de esa ciudad, en La República Dominicana. Entendía el Dr. Stevens que nuestros hermanos y hermanas de esas iglesias tenían en ese momento los recursos financieros que a nosotros nos faltaban para restaurar el templo que estaba en muy malas condiciones físicas. Pero que a nosotros nos sobraba la fe y la esperanza que, al compartirla con nuestros visitantes, podíamos realizar una buena influencia en ellos para reencender su amor por la Misión que Cristo nos ha dado. Es decir, que ellos nos daban ayuda material, mientras nosotros dábamos ayuda espiritual.

Al año siguiente, miembros de 7 iglesias del Deanato Tampa (Diócesis del Suroeste de La Florida), formaron 5 equipos de trabajo que vinieron a Monte Llano, Puerto Plata, para construir el primer edificio donde comenzó el Colegio Episcopal Niño Jesús, construyéndolo en un plazo de 3 meses. Al siguiente año, 13 iglesias del mismo Deanato, formaron 5 equipos de trabajo para construir el templo de la Iglesia Divina Gracia, en Mozoví, Puerto Plata.

El subsiguiente año los equipos de trabajo de ese Deanato fueron enviados a Santana, Baní, para comenzar a construir el colegio San Matías. Mientras otras diócesis e iglesias episcopales empezaron a enviar grupos médicos y de construcción a otras partes de nuestra Diócesis. Así nació y se desarrolló el Grupo de Desarrollo Dominicano.

20 años después, podemos ver la gran obra realizada por muchas diócesis e iglesias hermanas de la Iglesia Episcopal en Los Estados Unidos, en soporte del trabajo misionero de la Iglesia Episcopal en La República Dominicana.

Miles de personas que durante ese tiempo han dejado la comodidad de sus hogares, y dedicando los ahorros de sus vacaciones, han venido a nuestro País para mostrar su amor a Dios, ayudando a un prójimo que antes no conocían. Esas personas para poder ser parte de un equipo de trabajo de construcción o de instrucción ayudando en escuelas bíblicas de verano, o en jornadas médicas de una semana, han tenido que pagar sus boletos aéreos, contribuir para pagar su alojamiento y comidas y además hacer un aporte financiero para ayudar a comprar los materiales, medicamentos y útiles para realizar misión que se han propuesto.

En lugar de usar todos esos recursos financieros personales para irse a un lugar turístico para vacacionar y disfrutar de su derecho de descanso y diversión, prefieren usar su tiempo, su tesoro, sus talentos y dones para realizar trabajos pesados y difíciles en ambiente caluroso y sin mucha protección.

Pero el gozo espiritual y la alegría que demuestran con su trato a las personas de nuestras congregaciones, y personas de las comunidades aunque no se congreguen en nuestras iglesias, demuestra claramente cuanto aman a Dios, al mostrar su amor al prójimo respondiendo con sinceridad y entrega a las necesidades de quienes se acercan buscando lo que Dios ha enviado a través de ellos.

Dios nunca deja de sorprendernos. El comienza todas las obras con cosas pequeñas que a nuestros ojos parecen simples semillas de mostaza. Pero con el paso del tiempo vemos cómo se desarrolla hasta convertirse en un enorme árbol que da buenos frutos para creyentes y no creyentes. Así también comenzó el Grupo de Desarrollo Dominicano y a través de esta organización, nuestra Diócesis ha podido avanzar a grandes pasos en la realización de la Misión que nos ha sido encomendada por Cristo Jesús nuestro Señor y Salvador.

Otro ejemplo reciente es la historia de la Iglesia Monte de Sión, en el Barrio Altagracia, Andrés, Boca Chica. Comenzó con la inspiración que Dios despertó en el Rdo. P. Félix Encarnación, quien en el año 2005 era vicario de las iglesias San José, Santo Tomás y Divina Providencia (Boca Chica, Villa Gautier y Guerra, respectivamente). El y un grupo de miembros de la congregación San José estuvieron realizando cultos en diferentes casas del barrio. Esto continuó con la llegada de la Rda. P. Margarita Santana. Por un tiempo estuvo detenido el proceso. En el 2011 continuó por parte del nuevo vicario de esas congregaciones y otros líderes laicales de las mismas. Hasta que en el 2013, el Líder Pastoral Laico, hoy Ven. P. Luis García, logró crear un núcleo de creyentes en el Sector Libertad de ese barrio.

En Septiembre del año 2014 el Obispo Julio César Holguín hizo su visita Pastoral a esta Iglesia, celebrando la Santa Eucaristía debajo de un árbol de mango y confirmó 14 personas como miembros de la misma. Ya para Septiembre del 2015, la visita Pastoral del Obispo se realizó en una porción de terreno que había sido comprada gracias a la generosidad de la Iglesia Old St. Andrews, de Charleston, Carolina del Sur.

Gracias a la ayuda financiera de la Iglesia Redeemer, en Sarasota, La Florida y aportes de la Iglesia Old St. Andrews, el Sábado 10 de Noviembre del 2018, el Obispo Diocesano, Rdmo. Moisés Quezada Mota, consagró y dedicó el templo de esta Iglesia Episcopal Monte de Sión.

Por solicitud del Obispo Moisés Quezada, la Iglesia Redeemer ha ofrecido seguir aportando ayuda financiera y misionera para desarrollar una institución de educación y cuidado para niños y niñas, además de la construcción de otras facilidades para la obra misionera y de servicio a la comunidad en este lugar.

Para nuestros hermanos y hermanas que a través de todos estos años han participado de manera presencial en nuestro País y de manera anónima desde sus congregaciones (ayudando con oraciones, dinero, trabajo y consejería) les digo: Que Dios les bendiga y siempre les cuide; Que Dios les mire con agrado y les muestre su bondad; Que Dios les mire con agrado y les llene de paz.

Gloria a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por siempre. Amén.