Obispo primado Michael Curry
Mensaje de Navidad 2020
7 de diciembre de 2020

¡Alegría para el mundo! El Señor ha venido: que la tierra reciba a su Rey; que cada corazón le prepare un lugar, y el cielo y la naturaleza canten.

Acaso, al igual que yo, ustedes han cantado este himno durante años: en la iglesia, en casa con sus familias, reunidos con amigos y vecinos. Tal vez se lo hayan cantado a ustedes mismos: en el auto, en un paseo o en silencio en la oscuridad de la noche.

¡Alegría para el mundo!

Si bien es posible que no nos sintamos alegres este año, ya que la pandemia sigue trayendo enfermedad y muerte, cuando el miedo y la desconfianza —una oscuridad—amenazan con vencer la luz, nosotros, como seguidores de Jesucristo, debemos llevar alegría a este mundo dolorido. Debemos hacer brillar la luz en la oscuridad. ¡Alegría para el mundo!

Como muchas cosas en nuestra vida, proclamar la alegría es una tarea ardua, también un quehacer bueno y esencial, especialmente ahora. Aunque lamentamos lo que se pierde en nuestras vidas, nuestras familias y nuestras comunidades – ¡Alegría para el mundo!

Mientras nos esforzamos por desarraigar las plantas retorcidas y espinosas del odio, la intolerancia y la ira – ¡Alegría para el mundo!

A través de las lágrimas y a regañadientes – ¡Alegría para el mundo!– porque de nuevo Dios irrumpe en nuestras vidas y en este mundo.

Si bien este es un año extraño, el ministerio que Él nos da sigue siendo el mismo. Le prepararemos un lugar en nuestro corazón asumiendo el ministerio que Jesús exige de nosotros: alimentar a los hambrientos; acoger al forastero; vestir a los desnudos; curar a los enfermos; visitar a los presos. Amen a Dios. Amen a su prójimo. Proclamen la alegría en este viejo mundo. Preparen su lugar.

San Lucas escribe de la primera Navidad: «[María] dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada». Allí, en el lecho más sencillo, en el fresco de la noche, en un abrevadero, en pañales, yace Aquel para quien no había lugar. Y, sin embargo, extrañamente, ahí está Aquel a quien ni siquiera el universo puede contener.

«¡Alegría para el mundo! El Señor ha venido. En sus corazones, en sus hogares, en sus vidas, preparen su lugar».

Dios les ama; Dios les bendiga; y que Dios nos sostenga a todos en esas poderosas manos de amor.

Rvdmo. Michael B. Curry
Obispo Presidente y Primado
De la Iglesia Episcopal