Cámara de Obispos de la Iglesia Episcopal: Homilía del Obispo Primado
Lo que sigue es el texto de la homilía del obispo primado Michael Curry a la Cámara de Obispos, que está reunida virtualmente del 21 al 23 de septiembre de 2021.

Cámara de Obispos
21 de septiembre de 2021
Un momento nártex

Ahora, en el nombre de nuestro Dios, amoroso, liberador y vivificador, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

«Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el rey de Israel! —declaró Natanael. [Y Jesús le respondió]: «¿ Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver aun cosas más grandes que estas! Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Juan 1: 49-51).

Hace unos meses, probablemente en junio, supongo, cuando el comité de planificación se reunió para comenzar a pensar en nuestra reunión de otoño en San Luis, Brian Prior, presidente y coordinador de ese grupo, se dirigió a mí y me dijo: «¿En que estás pensando?» Y en años pasados, pensábamos en lo que teníamos por delante. Pero en tiempos de pandemia, apenas podemos pensar con un mes de antelación. Y creo que acababa de tener un instante de extroversión, lo que me ocurre periódicamente, y le solté: «No sé, sólo tenemos que estar juntos. Todo lo que sé es que esto se siente como un momento nártex».

Ahora tengo que decirles, en ese momento que no fue una reflexión filosófica, teológica, profundamente arraigada y agónica. Fue un momento de extroversión. Algo que surgía de lo más hondo y en lo que no me había detenido a pensar, de gran sinceridad. Pero el Espíritu tiene sus modos de obrar. Y cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de que había algo ahí.

Mary Gray-Reeves, la vicepresidenta de la Cámara, envió un correo electrónico con algunas reflexiones sobre el nártex. Y en una de ellas, recordó a un anciano sacerdote que hablaba del nártex como un lugar de recuperación.

Y seguí pensando en eso y me pregunté: «¿De dónde se me ocurrió esto del momento nártex?» Nunca lo escribí, ni nunca lo expresé. Ni siquiera creo haberlo pensado. Y luego me acordé de 1962. Creo que tenía unos 9 años. Estaba en la diócesis de Sean Rowe, la iglesia de San Felipe [St. Philip] en Búfalo, donde crecí, y estaba en la clase de confirmación para niños, y me echaron de la confirmación por andar alborotando, yendo con los vecinos. Finalmente, con ayuda de mis padres, me arrepentí y fui devuelto a la comunidad.

Pero en verdad sí aprendí algo en la confirmación, además de lo que se suponía que debíamos aprender: el Padrenuestro, los diez mandamientos, el Credo de los Apóstoles. Lo que recuerdo es que una maestra, la Sra. Francine Black, tenía un diagrama de una iglesia y nos dijo que la iglesia es un buque de guerra al revés. Y cuando tenía 9 años, dije: «Ahora estás hablando mi idioma». Y agregó: «Es un barco al revés y la parte superior del barco es el santuario donde se encuentra el altar mayor». Esto fue antes de las reformas litúrgicas. El altar mayor, y ese era el santuario. Luego estaba el presbiterio, donde cantaba el coro. Luego estaba la nave, y nos dijo que tenía algo que ver con la Marina. Y una ve más yo prestaba atención. Normalmente ni siquiera prestaba atención. La nave. Y luego dijo: «Para salir o entrar, tienen que pasar por esa área llamada el nártex». Y afirmó: «Ese es sólo un espacio intermedio».

Bueno, pensando un poco más en eso y en lo que escribió Mary Gray-Reeves, se me ocurrió que tenía razón. Es el área intermedia, pero más que el área intermedia, el nártex es ese espacio que en realidad constituye el vínculo entre el mundo y la Iglesia. Es ese espacio que en realidad es el vínculo entre lo sagrado y lo profano. Es el espacio, ese espacio intermedio, donde la existencia realmente se vive y se mira de manera diferente. Bien puede ser ese lugar escueto donde el tiempo y la eternidad se cruzan, donde lo divino y lo humano realmente se encuentran, donde hay una mezcla entre Dios y la creación de Dios y el pueblo de Dios. El nártex. Más que el nombre de un espacio físico, puede marcar el lugar. Un umbral. Un cruce. Un sitio confuso. Un espacio liminal. En 2016, antes de la pandemia, Richard Rohr escribió esto sobre el nártex. En realidad, estaba hablando de un espacio liminal.

Dijo: «Con demasiada frecuencia permanecemos atrapados en lo que llamamos normalidad: en “como son las cosas”. La vida gira en torno a la resolución de problemas, la reparación, las explicaciones y el tomar partido por los ganadores y los perdedores […] Para salir de esta ciclo interminable, tenemos que dejarnos llevar al espacio sagrado, a la liminalidad. Toda la transformación tiene lugar aquí. Tenemos que permitir que nos saquen de “la situación normal” y permanecer pacientemente en el “umbral”. El limen, en latín, el espacio intermedio, entre lo familiar y lo completamente desconocido. Sólo allí se queda atrás nuestro viejo mundo. Sólo allí encontramos la nueva existencia de la que aún no estamos seguros. Es un buen lugar, porque sólo allí comienza la genuina novedad. Es el dominio donde Dios puede llegar a nosotros porque nuestras falsas certidumbres están finalmente fuera de lugar. Este es el espacio sagrado donde el viejo mundo se derrumba y un nuevo mundo más grande se revela. Es la sala de espera del médico. Y nuestro llamado es esperar al médico divino». (paráfrasis parcial).

El nártex. Luego, ahora estamos aquí. No en San Luis, sino online. El nártex. Estamos un poco de vuelta en los edificios de nuestra Iglesia física, pero no del todo. En el nártex. Nos preguntamos cuántos volverán. Les garantizo «el remanente volverá». Así dijo el profeta Isaías en las Escrituras hebreas. El remanente siempre volverá. El nártex. El milagro de las vacunas ha llegado, incluso con algunos refuerzos, y sin embargo algunos se niegan y la pandemia continúa, y la variante Delta. El nártex.

Convenciones diocesanas, ¿serán presenciales este otoño? Probablemente lo pensaron así la pasada primavera. El nártex. ¿La Convención General y Lambeth? Aún no tengo respuestas. Este es el nártex. La nación y el mundo. El nártex. Vivimos en un momento nártex, entre el mundo que conocimos y lo que sea que está naciendo, pero la ayuda está en camino. Por eso pedí a los capellanes que cambiaran las lecturas. Dije que dieran algo de Jacob en Génesis, y Miguelina, gracias, y gracias, capellanes. Dije: «Denos a Jacob en Génesis, y denos a Jesús en Juan». Porque Jacob entró en el nártex. Había engañado a su papá a instancias de su mamá en ese maravilloso modelo bíblico de valores familiares. Había engañado a su papá, estafado a su hermano. Su hermano iba a matarlo y Jacob estaba huyendo.

Oh, él estaba en el nártex. Y el hermano llega a un lugar donde se va a dormir, toma una piedra por almohada. Todos recuerdan esta historia, Génesis 28, y él se acuesta a dormir. Y mientras duerme, tiene un sueño, ¿recuerdan? De la escala que asciende de la tierra al cielo, que conecta la tierra con el cielo, y de los ángeles que suben y bajan por la escala. Los viejos esclavos decían: «Ascendamos por la escala de Jacob». Y luego se despierta.

Lawrence Kushner, un rabino, escribió un libro hace 20 años titulado Dios estaba en este lugar y yo, yo no lo sabía. Y el rabino dice que en hebreo, Jacob tartamudea: «¡Seguramente el Señor está en este lugar y yo-yo-yo no lo sabía!» Esto no es más que la puerta del cielo. El nártex. Estaba entre lo normal, donde engañas a tu papá y le robas a tu hermano en connivencia con tu mamá, y una nueva posibilidad. El nártex. Y Jesús, no lo vi hasta este fin de semana. El Evangelio de Juan, atiendan esto. El Evangelio de Juan, recuerdan, comienza con el prólogo, ¿verdad? «En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» —lo mismo que en el reino de Dios. «Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida. . ». Y la vida era la luz de toda la gente, y esa Palabra se hizo carne. ¿Recuerdan? «Y habitó entre nosotros […] lleno de gracia y de verdad».

La Palabra. Howard Thurman dijo que la Palabra eterna de Dios fue traducida al lenguaje de la vida humana. La Palabra se hizo carne. El nártex. Y habitó entre nosotros.

Y Jesús llama a Felipe, a Andrés, a Pedro y a un tal Natanael. Él le dice a Natanael, tú me llamas Hijo de Dios, Mesías, ¿y ahora crees sólo porque te dije que te vi debajo de la higuera? Dijo, no, no, no. Bienaventurados los que creen, porque se acerca el día en que verán a los ángeles de Dios ascender y descender sobre el Hijo de Dios —en mí, los mundos se unen; en mí, la vida humana se está reconciliando con la fuente de la vida; en mí les estoy mostrando el camino para ser rectos y reconciliados con el Dios que les ama y les creó. Les estoy mostrando el camino para ser justos y reconciliados como hijos de este Dios único, como hermanos y hermanas. En mí, les estoy mostrando cómo reconciliarse con toda esta creación. En mí, les mostraré cómo deponer sus espadas y escudos a la orilla del río.

Soy la eterna Palabra de Dios, sabiduría de lo alto, ahora en mi enseñanza, mi persona, mi vida, todo mezclado en un hijo nacido de una mujer llamada María. El nártex. Y les mostraré una forma de amar. Puedo mostrarles el camino. Esos esclavos solían decir que estamos ascendiendo por la escala de Jacob, y el siguiente versículo dice que cada ronda asciende más, y más y el siguiente dice pecador, ¿amas a mi Jesús?

Los canónigos saben de esto porque nos fuimos a un retiro hace un par de semanas y los torturé y les mostré un extracto de la película El manto sagrado. Algunos de ustedes recordarán El manto sagrado —tienen que pensar en la época—, de la década del cincuenta. Viene de esa era de Cecil B. DeMille y Los Diez Mandamientos, de esa cosecha. Ya saben, parte de la actuación es un poco cursi de los años 50, pero la película fue en realidad la primera que se hizo en cinemascopio, película de auténticos colores. Salió en 1952 o 53. Se basaba en un libro llamado El manto sagrado [The Robe], ficción histórica, ficción bíblica que fue escrita por un pastor luterano que fue entrenado en el seminario —no lo supe hasta que lo busqué—, tuvo capacitación teológica y de seminario. Creó una obra de ficción para dejar en claro de qué se trata realmente el cristianismo.

No había visto El manto sagrado desde que era un niño; abuela solía verla siempre. Algunos de ustedes recordarán Los Diez Mandamientos, El manto sagrado, La historia más grande jamás contada. Todo eso venía en algún momento entre el Domingo de Ramos y la Pascua. Recuerdo que mi abuela se sentaba y sostenía su Biblia y miraba esas películas. Nosotros, como niños, también nos sentábamos y veíamos esas películas. Recuerdo haber visto El manto sagrado y no había pensado en eso desde entonces.

Pero durante la pandemia buscas cosas que hacer. Entonces fui a Amazon Prime y ahí estaba: El manto sagrado. Y entonces la vi. Y cuando la vi, dije, esta película no es cursi. Cuando la vi, vi un indicio débil pero muy real de cómo era el cristianismo antes de que intentara salir del nártex y acomodarse con el imperio y convertirse en la religión del Imperio romano. En la escena final, un tribuno interpretado por Richard Burton —cuya voz envidio, para ser sincero ; creen que ahora predico mucho tiempo, estaría hablando todo el día para sólo escuchar mi hermosa voz—. Richard Burton interpreta a este tribuno romano que supervisa a los soldados que ejecutan a Jesús. Pero he aquí que, finalmente, con el estímulo de una persona que era su esclava y de otros, se convierte en cristiano. Ahora está siendo juzgado ante el emperador de Roma, ante el imperio al que una vez sirvió. Es glorioso, es increíble. La escena está ambientada en el gran salón que parece una basílica —ayúdenme, algunos—, y si se fijan, no hay un altar, sino que hay un trono al frente, un área a la que podríamos habernos referido como un santuario en los viejos tiempos. Tiene insignias de Roma, y ​​los senadores y nobles romanos están todos reunidos en la cámara, y crean una senda por donde desfila la procesión para el juicio de este tribuno.

Y tengo que decirles que esta es una procesión que haría sentir envidia a un anglocatólico. Esta fue era una procesión grave. Vienen con insignias y estandartes y grandes trompetas y música. Debo decirles que también tenían algunas hermosas vestimentas. Vienen en procesión, y al final de la procesión está el César en quien fusionaron a Nerón y Calígula, los peores emperadores romanos. Este tipo es un personaje real. Lleva una bella capa roja, entra y gira y se mira a sí mismo, y sube como si estuviera subiendo los escalones del altar mayor. Se da vuelta y luego traen al acusado al sonido del tambor, sin trompetas, solo el sonido del tambor. Y viene encadenado.

César pregunta, ¿entonces es verdad, tribuno Galio? Dicen que eres cristiano. Es cierto. ¿Es cierto, preguntó el César, que ese Jesús del que hablas es un rey? Es cierto; su reino no es de este mundo, pero es verdad. Entonces, ¿renuncias a tu juramento de tribuno a tu emperador y al imperio? ¿Realmente lo llamas rey y todavía sirves al imperio? El tribuno responde, si el imperio desea la paz y la hermandad entre los hombres, entonces mi rey estaría del lado de Roma y de su emperador. Si el imperio y su emperador desean seguir el curso de la agresión y de la esclavitud que han traído miseria, agonía y desesperación en todo el mundo, no hay nada más que esperar excepto las cadenas y el hambre. Entonces mi rey avanzará para corregir esos males y su reino vendrá y no tendrá fin. Y luego, por supuesto, lo ejecutan.

La Iglesia, antes de la colusión con el Imperio, la Iglesia que se parece a Jesús. La Iglesia que se atrevió a vivir en el nártex, a abandonar el modo en que las cosas eran, a contemplar la manera en que podían ser. Hermanos y hermanas, sueñen de nuevo con esa Iglesia como Jacob. He aquí la Iglesia que se parece a aquella sobre la que los ángeles ascienden y descienden.

Que podamos soñar con esa Iglesia nueva y reformada, no formada a la manera del mundo, sino formada a la manera de Jesús y de su amor. Genuina, verdadera y auténticamente una rama del Movimiento de Jesús en la actualidad: una comunidad de individuos y de pequeñas reuniones y congregaciones de toda índole y tipos, un tapiz humano, la maravillosa variedad de Dios, el reino, el reino de Dios, la amada comunidad. No más centrada en el imperio ni en los poderes establecidos, no más obsesionada con la preservación de las instituciones, no más apuntalando la supremacía blanca o en connivencia con cualquier cosa que hiera o dañe a cualquier hijo de Dios o a la creación de Dios. Por la gracia de Dios, una Iglesia que parezca, actúe y viva como Jesús. Bienvenidos al nártex y bienvenidos a contemplar un cielo nuevo, una tierra nueva, un nuevo tú, un nuevo yo, un nuevo nosotros.

«Ascendamos por la escala de Jacob
Ascendamos por la escala de Jacob
Ascendamos por la escala de Jacob
Soldados de la cruz».

Amén.

Para aceptar la invitación del obispo primado Curry a convertirse en una Iglesia que se parezca y se exprese como Jesús, y para descargar los materiales relacionados, visite https://www.episcopalchurch.org/es/una-iglesia-que-luce-y-actua-como-jesus/.